SAL
- Kitana Wins
- 15 feb 2019
- 1 Min. de lectura
Actualizado: 18 feb 2019

Una vez al mes se me bajan las defensas. Y no, no es cuando vos pensás. Se levantan las murallas y se abren las compuertas. Una vez al mes, el baño es el rincón de la escondida y el espejo, el lobo feroz. Las cucarachas me gritan “¡compañera!” , y los gatos me dan vuelta la cara, indignados. Una vez al mes soy la Maga sin quererlo. No tiene explicación, no es lo que creen saber. ¡Cuántos que creen saber! Es mejor hablar con gatos. Una vez al mes se lava la yerba, molesto hasta en la fila del banco, no sé ni atarme los cordones, y, por supuesto, mis miedos cogen sin protección. En mi cama, claro. Esta vez del mes, las palabras que no puedo pensar hacen un piquete en mi lóbulo frontal y me intoxico a desintoxicantes y vomito y nada. Nada. Una vez al mes, mi verborragia te golpea con cascotes, pero no te das cuenta , porque la veo yo sola con mis anteojos de llover. Es mejor así, creeme. Una vez al mes, la mitad de la gente me odia y la otra mitad me tiene lástima. Una vez al mes, el sol debería tomarse el primer bondi a Finisterre. Una vez al mes no me hagan tanto caso. No es la sangre. Es la sal.
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