EL PLACER DE NO PERTENECER

Dolió, si que dolió. No pertenecer a tu plaza, a tus calles, a tus fiestas. No pertenecer a tus fotos, a tus aguas, a tus ropas. No pertenecer a tus palabras, a tus acciones, a tus principios. Dolió, si que dolió la radiografía. Sí que se sintió en el alma y en la piel no encajar en ningún designio que creía, infantilmente, universal. Humilló, sí que humilló sonreír a la fuerza. Vínculos falsos, palabras vacías, abrazos insensibles. Muñecos de torta. Me avergonzó, sí que me avergonzó haber tenido que mostrarles dónde me compraba la ropa esa tarde de diciembre. Vi sus caras, recuerdo sus gestos como si me quemaran en los ojos. Lloré, sí que lloré por no ser esperada, mirada, querida, buscada, besada, alzada, apretada, abrazada, pensada, amada. Jamás. Abandoné, sí que abandoné toda pretensión de ser como los tuyos, de encontrarme en alguien, en algo. Toda búsqueda de placer, de alegría sostenida, de ilusión. Abandoné. Esperé, sí que esperé. Las horas eran eternas. Los días, inhumanos. Las fiestas, insostenibles. Y ella que es tan buena, no entendía porque estaba silenciosa todo el día, con los ojos ciegos. Morí, claro que morí. Mil veces. Adentro y afuera. Sola y acompañada. Despierta y dormida. En la calle y en la escuela. Y claro, en mi cama. Pero renací, tanto renací que sigo encontrándome nueva todos los días, radiante y jodida, triste y alegre, sucia y con fallas. Pero así me quiero: libre. Quemé las plumas llenas de alquitrán que me ataban al piso. Rasgué las ropas llenas de brillos bordadas a propósito para que alguien me viera. Ahora prefiero andar desnuda, soy tan liviana. Escupí las palabras que me dije a mi misma para resistir, para camuflar este cuerpo y este alma que no entraban en ningún lado. Fuiste el limbo de mi vida, pueblo querido. Y ahora encuentro acá, en el medio del quilombo, del caos, del futuro incierto, lo que siempre soy. Acá me encuentro. Acá descubro. Ya no dolés. Ya no humillás. Ya no me avergonzás de mi misma. Ya no lloro. Ya no espero. Ya no me abandono. Ya no muero.

Renazco y sonrío bien al frente tuyo.

Y me esnifo todo el placer de no pertenecer.

De nunca haber pertenecido.